miércoles, 4 de junio de 2008

Instantes







No logro entender en que momento me levante con mis veintisiete años. Hace un instante solo tenía diecisiete y estaba escuchando unos de los primeros temas de Maná, que con el paso del tiempo vería en primera fila.
Cinco minutos antes había acomodado la almohada sabiendo que al despertar mi abuelo me llevaría de la mano a comprar pan cerca del río. Todo era muy raro y confuso. La imagen de su pantalón blanco y alpargatas de goma me venía muy nítida a la memoria, mientras doña Amanda me preguntaba si quería un helado de agua.
Desde lejos escuchaba el silbato del afilador de cuchillos que me impresionaba con la rapidez que trabajaba, y calculaba la cantidad de comida que mi abuela prepararía con esa filosa arma.
El sueño era profundo y no podía salir de él aunque quisiera. Mi cama era más espesa que de costumbre, mis brazos pesaban el doble, pero yo estaba dispuesto a seguir inmerso en este raro sueño, en esta especie de álbum fotográfico que pasa una a una sus hojas con la misma rapidez que dejé de pensar que quería ser bombero.
Trato de entender como funciona la memoria. Hago un esfuerzo más grande al querer saber cuantos recuerdos puedo traer a mi mente en estos momentos, muchos quizás, o pensándolo mejor no serán tantos. ¿Cuantas de las cosas que he vivido me han marcado lo suficiente como para traerlas en este instante? Sigo soñando.
No me quiero levantar. La choza que estoy construyendo en la cima de aquel eucalipto me tiene muy ocupado y el olor a criollos calentitos no me deja concentrar. Esta todo listo para reunirme con los mellizos.
Agua y más agua tiro en mi rostro queriendo despejarme pero al mirarme en el espejo ya no estoy allí.
Me encuentro parado en la intersección de olvidados caminos de tierra que no tienen final. Grandes árboles pintan de verde cientos de hectáreas del nuevo escenario, pero no estoy solo, ellos también están conmigo.
El enano con flequillo cruza corriendo buscando su triciclo, otro un poco más grande anda detrás de unas rocas con guardapolvo marrón pidiendo lápices de colores, mientras un tercero ya adolescente trepa sobre un tronco en busca de esa chica que un día apareció en sus sueños.Todos me resultan familiar, todos son parte de mi.
Una lágrima se me escapa al verme de frente con el barrilete que un día remonté con mi padre o cuando escribí una pequeña canción en una servilleta de papel para tratar de ganarme unas cuantas monedas.
En busca de un sueño ahora estoy soñando, en busca de utopías ahora estoy regresando a mis raíces, estoy volviendo sobre mis pisadas. Algunas veces más grandes otras más profundas pero cada una de ellas me traen al lugar donde estoy parado.Todas las fotos vuelan a mi alrededor, comienzo a reír como un niño de tres años que solo quiere hacer eso.
Ser un niño por un rato.
Que cantidad de problemas imaginarios me acabo de ahorrar esta noche, que grata sensación es no pensar ni un minuto que sera de mi el día de mañana. Que bueno es disfrutar así este momento.
Creo que eso es lo que hacen las mariposas. Ellas viven unas cuantas horas o tal vez unos días, ellas pasan de ser pequeños gusanos a desplegar sus coloridas alas de un momento al otro. Será para mostrar su valentía o su entusiasmo por degustar aquello que todavía no conocen. Su viaje parece corto, pero viéndolo en profundidad no se distancia mucho del nuestro.
En definitiva es una sumatoria de instantes, es la colección de flashes de este gran álbum fotográfico.
En mi cabeza siguen pasando mariposas, y me doy cuenta que se esta haciendo de día.También me doy cuenta que estoy perdiendo el pelo, pero sigo siendo el mismo del triciclo y del guardapolvo.
Estoy contento de sentir la palma de mi viejo en la espalda, la voz de mi madre en la cocina.
Saber que esto fue un sueño tambien me alegra, por que se que estoy vivo y puedo como la mariposa degustar este instante.